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| Esperanza de Triana. CruzAlzada |
18 de diciembre. Ya lo dijo un Grande: “el sueño de los que están
despiertos”.
Una mirada que juega a
recrearse en el iris que se posa frente a frente del negro azabache. Los ojos
que cautivan y dejan preso. Esclavitud y libertad. Aquellos que toman tu mano y jamás te sueltan.
La llamada. Eterna sinfonía de octosílabos perfectos que da ritmo a una ciudad
entera. La compañía. Jamás volverás a
caminar solo. El impulso en el obstáculo, la cuerda que te sostiene cuando
estás a punto de caerte. El apoyo que te levanta más allá de tres veces. El fin y el principio del mundo. El arte. La
emoción. La risa que baila con el llanto. El recuerdo. Historias en la memoria
que retumban entre las paredes de una capilla alcanzando la confidencia de dos.
Tú. Yo. El beso. Verde. Los cinco sentidos. Lágrimas y consuelo. El cielo y el suelo.
Lo divino, aún más humano. Postrarte ante sus plantas justo en el momento en el
que se para el mundo. Estilo de vida. Claridad marina, olor salado. ¡Tenía tantas cosas que contarte que no supe
nunca por dónde empezar! Silencios que valen mucho más que cualquier palabra.
El latido del corazón, acelerado y desacelerado. La amargura de esta eterna incertidumbre. El
no saber o el saber más aún. Dolor que calmas.
Ante ti, la inocencia de una pequeña de ojos celeste
cielo. La experiencia de unas manos que asomaban testigos del paso del tiempo. El
negro de la triste ausencia. La ilusión. Incluso, más allá, el desconocimiento…
Hay motivos para creer en
(im)posibles, sobran razones para sonreír. Pureza en el nombre que es centinela de un
barrio entero. El lugar donde habitarás por siempre. Eterna. Inmortal. Esperanza.

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