"Amaneció la fría mañana de
domingo, esta vez mucho más temprano que de costumbre. La Luna comenzaba a
dormir cuando los primeros rayos del sol peinaban su pelo plateado. El tiempo,
el cruel paso del tiempo, hizo temer su presencia en este día.
Cuentan que los vecinos la
conocen, que el barrio muchas veces con ella se ha volcado porque no le
hicieron falta crisis bautizadas por gobiernos para vivir en un eterno fin de
mes. Cuentan, muchos cuentan, que soñaba
con este día y que fueron muchísimas las veces en las que, por un momento, vio
su sueño truncado, pero ella ya estaba casi lista. Casi contra todo pronóstico
ese día iba a ser suyo y, por ello, ya salía de casa.
El camino sería largo. Hacía
meses que no cogía el 29, aunque pocas cosas habían cambiado… O quizás muchas.
Sentada, sola, en los primeros asientos del autobús, comenzó su largo viaje en el tiempo al compás
que marcaba el autocar. Recuerda al Padre Antonio, cuando allá por el año 1988,
se presentó en el barrio con una Dolorosa. Quién iba a decir que, a partir de
ese momento, ni un solo paso podría darse sin mirar el rostro de la Virgen de
los Dolores. Se acuerda de los que ya no están y disfrutarán como nunca en el
rincón que comparten en el cielo. Vicente y Juan organizarán hoy una gran
fiesta. Pasa recordando horas e incluso llega a emocionarse, quizás, antes de
tiempo…
Llegó el momento. El paso,
encuadrado en las puertas de Santa Marina y en su retina, se funde la estampa
actual con una tarde de 1995. La imagen ha cambiado y mucho. Sin embargo, el
sentimiento es el mismo. La emoción, la ilusión. La calle Feria vibra como
nunca lo ha hecho. Torreblanca y el Carmen. El inicio, el principio de la
Víspera más unido y más fuerte que nunca. Quién iba a decir hace diecisiete años
que, a la misma hora, en el mismo lugar, ambas se esperarían. El centro de la
ciudad que, a veces anhela, más Torreblanca que nunca. Torreblanca entera,
hecha Sevilla. Ella, envuelta en un río de personas inconfundibles, que
conducen el paso hasta la avenida, mientras recuerda y sigue pensando en todo
el camino que la ha llevado hasta allí. Los palos duros nos hacen más fuertes
y, quizás por ello, el barrio aprendió cuando durante un año quedó huérfano. La
historia, aunque duela, no se olvida y el año 2000 queda patente entre los
vecinos del barrio. La ausencia es el mayor de los Dolores... y Dolores es la
mayor alegría cuando llega a visitarte, a pesar de vivir lejos de la parroquia.
Acercar a quiénes están lejos lo que tantas veces desean. Esta es otra de las
grandezas de vuestra Hermandad.
El Paso de misterio, Jesús
ante Pilatos, de nuevo encuadrado en la puerta. Esta vez otra. Grande, muy
grande y no solo en dimensiones. El tiempo se detiene y el pulso se acelera. En
su mente tan solo retumba la frase que, en su tiempo, pronunció el Cardenal Carlos
Amigo Vallejo: “Las
puertas de la Catedral están abiertas a todas aquellas hermandades que quieran
dar testimonio de un culto auténtico al Señor y que vivan según la caridad
fraterna. Y están abiertas todos los días del año”. Ahí va Torreblanca. El barrio que
procesa como pocos la fe y toma día a día la mano de la Caridad entre los
suyos. Es 17 de febrero, un día que, mucho antes de ese momento, ya se tachaba de
inolvidable. Júbilo. Éxtasis. El camino de vuelta marcado por la felicidad
entonada por las hermanitas de la Cruz. La calle San Luis convertida en la
plaza de las Acacias.
El
sueño cumplido. La Esperanza que jamás desaparece. La sonrisa que tanto
necesitaba. El aliento, la fuerzas y las ganas de seguir luchando. La infancia.
La vejez. El olvido y el recuerdo. Una
vecina que, vuelve al barrio, soñando con lo vivido. "
Carmen Rodríguez Endrina
Boletín 2013, hermandad de los Dolores de Torreblanca.
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