Tez morena, casi gitana. Los ojos más profundos con los que se puede
mirar. Verde su nombre. El amanecer más
bonito, el brillo en la noche. El arte, la emoción. El recuerdo. Cruzar tu
mirada y volver junto a esa persona. Testigo. La atención de ambos, fiel a cada súplica.
Un lazo de unión. Una lágrima, y otra. Otra más. Un nuevo escalofrío. Un viaje
en el tiempo. El escenario, la música. Niñez, juventud. Vejez. Aliada del poeta. La incertidumbre de no saber explicar nuestro
encuentro. El muro en el que dejarse caer, la piedra que amortigua el golpe en
cada caída. La brújula del capitán, la senda del navío. Ancla que guía la vida.
El empujón que nos lanza justo antes de abandonar. Definición de belleza. Las manos gastadas a las que te aferras cada
día. Madre. Pureza. Constante de Triana. Un millón de besos. La sonrisa, el
olor a primavera. El sueño, la vida y la muerte. La noche eterna, siempre contigo. El rostro de la ilusión, lucha
perenne. La orilla de un río, que se mece, al son que marca el reflejo de la
Luna llena. La fuerza que es capaz de sacar un niño. Felicidad. El gentío y la
soledad. El cálido frío. Espera. Ante
los problemas, la mayor confidente. Basta una mirada, tan solo una. Y si algo va mal, recuerda: enfila la calle
Pureza y piérdete, con Ella, en una conversación eterna…
A todos aquellos que se enamoraron de tu mirada.
A ti, que me enseñaste a quererla, más allá de donde antes lo hacía.
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