sábado, 20 de octubre de 2012

Esperanza de Triana


Tez morena, casi gitana. Los ojos más profundos con los que se puede mirar. Verde su nombre.  El amanecer más bonito, el brillo en la noche. El arte, la emoción. El recuerdo. Cruzar tu mirada y volver junto a esa persona. Testigo. La atención de ambos, fiel a cada súplica. Un lazo de unión. Una lágrima, y otra. Otra más. Un nuevo escalofrío. Un viaje en el tiempo. El escenario, la música. Niñez, juventud. Vejez. Aliada del poeta. La incertidumbre de no saber explicar nuestro encuentro. El muro en el que dejarse caer, la piedra que amortigua el golpe en cada caída. La brújula del capitán, la senda del navío. Ancla que guía la vida. El empujón que nos lanza justo antes de abandonar.  Definición de belleza.  Las manos gastadas a las que te aferras cada día. Madre. Pureza. Constante de Triana. Un millón de besos. La sonrisa, el olor a primavera. El sueño, la vida y la muerte. La noche eterna, siempre contigo. El rostro de la ilusión, lucha perenne. La orilla de un río, que se mece, al son que marca el reflejo de la Luna llena. La fuerza que es capaz de sacar un niño. Felicidad. El gentío y la soledad. El cálido frío. Espera.  Ante los problemas, la mayor confidente. Basta una mirada, tan solo una.  Y si algo va mal, recuerda: enfila la calle Pureza y piérdete, con Ella, en una conversación eterna…


A todos aquellos que se enamoraron de tu mirada.
A ti, que me enseñaste a quererla, más allá de donde antes lo hacía.

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