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Sevilla se levantaba patas arriba con un color aún más espacial que de costumbre (¡Y mira que es complicado!) El rojo y el verde paseaban en diferentes aceras o cogidos de la mano. El ambiente era diferente, el olor... El olor como de costumbre. Pasó la noche y ahora todo acabó. Fin. Los colores vuelven a separarse después de pasar las horas unidos, eterna fusión. La Sevilla dual vuelve a dar la cara en la Palmera que por unos instantes quedó desierta. La ciudad duerme, descansa tras las horas agitadas, tras la ebullición que enamora. Hasta la próxima, nos vemos pronto. Recuerda que la rivalidad separa, pero el sentimiento, une. Esto, sigue siendo apto, tan solo, para los que amamos el fútbol.

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